miércoles, 23 de marzo de 2011

Nuestros Hijos

Una nueva contribución de Esthela: agradecido...

Cuando miramos un barco en el puerto imaginamos que se encuentra en el lugar más seguro, protegido por una fuerte amarra. Sin embargo, sabemos que está allí abasteciéndose y preparándose para zarpar. De ese modo, cumplirá con el destino para el cual fue creado: ir al encuentro de sus propios riesgos y aventuras.
Dependiendo de lo que la fuerza de la naturaleza le reserve y dejando su estela, tendrá que desviar la ruta, trazar otros rumbos y buscar otros puertos, pero retornará fortalecido por el conocimiento adquirido, enriquecido por las diferentes culturas conocidas. Habrá, entonces mucha gente feliz en el puerto celebrando sus millas navegadas.
Así son los hijos: sus padres son su puerto seguro hasta que se tornan independientes porque, por más protección y manutención que obtengan allí, los hijos nacieron para surcar los mares de la vida, correr sus propios riesgos y vivir sus propias aventuras.
Llevarán consigo los ejemplos adquiridos y los conocimientos aprendidos, pero lo más importante estará en el interior de cada uno, en el timón de su corazón: la capacidad de ser felices.
Del mismo modo que la felicidad no puede ser entregada o transmitida, nadie puede trazar la ruta de los hijos.
Los padres pueden, si procurar que lleven en su equipaje valores que les permitan poner rumbo hacia ese logro. Los padres no deben seguir la travesía de los hijos y los hijos nunca deben descansar en los logros que los padres alcanzaron, sino que tienen que hacerse a la mar desde el puerto al cual sus padres llegaron.
¡Pero qué difícil es para los padres soltar esas amarras y dejar zarpar a ese barco. El regalo de amor más grande que pueda dar un padre es la autonomía, y por ello les deseamos ¡buen viento y buena mar, hijos!
Lilli Russ

Te quiero viajero largo,
De profundo navegar,
Viajero de todo el campo,
Viajero por todo el mar,
Que no te alcancen las alas,
para tu sed de viajar

Andrés Eloy Blanco

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