RAMÓN NAVARRO de Meridiano
Para sorpresa de los propios maratonista, incluyendo prensa en todas sus variantes, y no poco técnicos y expertos en el área, la convocatoria de los 42 km 195 organizados por la Corporación Andina de Fomento, significó la construcción de una pequeña identidad que convendría no abandonar, y más bien, cultivar con la pasión con que el desaparecido Fred Lebow construyó lo que hoy día es uno de los atractivos más comentados en el mundo del espectáculo deportivo moderno: la maratón de Nueva York.
Antes de la hora de partida -6:00 am- quizás 45 minutos antes, el sentido común de quienes suelen frecuentar las pruebas pedestres, sabían de antemano que el llamado atendería a una gran cantidad de maratonistas. Sobrepasar la cota de los 2.500 participantes en la distancia olímpica, no es asunto menor. No es un asunto menor en Venezuela, y aún más, en la capital, que se ha venido acostumbrando a tramos de 10 kilómetros.
Si algo se acerca a un primer paso de permitirse la concreción de un gran maratón que nazca de una vez por todas, lejos de los caprichos y los egos que envuelven las grandes faenas deportivas en Venezuela, ese paso se dio con la realización de la primera maratón de la CAF. Ahora, la eficacia en el manejo de los dispositivos de atención a los corredores demostrada no debería quedar como una anécdota institucional de los organizadores y de sus outsourcing.
Alegres, motivamos por el único fin de retornar al punto de salida convencidos de la capitulación en Los Caobos, los fondistas a estas alturas saben que un 42km, se corra por primera vez o no, es una de las entregas más emotivas que combina el homo ludens con razón pura. Lúdico en la manera de asumir el compromiso; y razonamiento pleno cuando se trata de medir sus capacidades.
Es la razón por la cual el domingo 20 de febrero entró en los anales del atletismo de calle como un episodio de importancia que mezcló capacidad de organización, convocatoria y el elemento esencial que lo desmarca de todas las pruebas de calles realizadas en la última década; la movilidad social que implicó saber captar el interés de un 42km, 195 metros.
Lo que movió tanta gente este 20 de febrero es la insobornable necesidad de participar. Al margen de las modas, de las claves de sanidad corporal, del hecho de sentirse fuertes y saludables, privó el deseo de plantearse un objetivo y superarlo. De allí el Metro de Caracas a las 5:20 am repleto de maratonistas; de allí la tranca mañanera en el Teresa Carreño; de allí la angustia del colectivo, caminando apresurado, de la plaza Venezuela a la línea de meta.
En todo su esplendor, la carrera significó para cada quien una lectura distinta. El lance tuvo un propósito de calibrar las opciones de aquellos atletas venezolanos que estaban en capacidad de buscar la marca de referencia (2h18m) para asistir a los Juegos Panamericanos Guadalajara 2011. Nadie lo logró. Esta lectura, no alcanzar el objetivo competitivo deseado, no supuso para el ganador, Larryn Sánchez, una desesperanza. Tampoco lo fue para la corredora Yolimar Pineda.
Finalmente como toda práctica deportiva se convierte en un espectáculo público, la Maratón CAF y su entorno de colaboradores deben saber que la esencia de un espectáculo deportivo está en que se repita. No puede anularse así mismo antes de nacer. ¿Qué tal si desde ya comienzan a organizar el del 2012? Ciudadanía y ciudad se los merecen.
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